Con la despreocupación de estar de fiesta en un entorno tan amable como el de un pueblo y con la complicidad de estar cantando y bailando hasta las tantas entre caras conocidas, a gusto, entre esos vecinos que han visto crecer a otros o esos parientes que ya no viven allí, pero que no se la pierden cada año. Son las ocho horas ininterrumpidas de una fiesta, auténtica, desde las siete de la tarde a las tres de la mañana, que organiza para sus residentes, cada 27 de abril este concejo del municipio de Vitoria, víspera de San Prudencio, antes de que esta aldea en la que vivió y creció el patrón de Álava se llene de puestos y gente. “Somos una familia y como tal, disfrutamos en familia”, resume Alfredo López de Uralde, que lleva media vida en su junta administrativa. Los últimos once años como su presidente, pero antes, estuvo otros doce como su secretario y vocal.

Es un ejemplo de que ser y querer festejar en Armentia se lleva en la sangre. Hasta su primer nombre de pila es el de Prudencio, “primero, el nombre del santo”, matiza entre risas. Pero todos en el pueblo le conocen por el segundo, dada la “racha” de Prudencios que allí fueron bautizados como tal. “Hay ganas en Armentia de volver a hacer estas celebraciones, es algo intrínseco a nosotros. Va unido a nuestras vidas. Si uno repasa nuestras fotos familiares, al final, las han vivido nuestros padres, nuestros abuelos... Llevamos esta mochila al respecto, pero de las agradables”, destaca López de Uralde, autor de Apuntes para una historia de Armentia, editado en 2023 por la Diputación de Álava.

“Hay ganas en Armentia de volver a hacer estas celebraciones"

Alfredo López de Uralde - Vecino de Armentia

“Explosión de la reunión”

Si bien, en Armentia, deciden empezarlas siempre la víspera “porque es cuando recibimos a las familias en casa. Es la explosión de la reunión fuerte del pueblo, mientras que San Prudencio cada cual lo celebra en la intimidad”. 

Y su hora clave es la de las siete de la tarde, la misma en la que estalla la fiesta con el lanzamiento del txupinazo, que tiran un año los mozos y otro las mozas, desde el salón cultural, por tener un balcón “bien grande” esa casa de la calle Landa, que indica que es la “junta administrativa”, con su puerta de entrada en forma de arco y verja de hierro, al lado de una rotonda, poco antes de subir al bosque.

También desde las siete de la tarde empiezan a sonar los redobles de la tamborrada que recorre sus calles, desde esa Sala de Cultura. A su juicio, uno de los actos más esperados del día: “Es tan bonita... Hay que ir a verla”, aconseja fervientemente por ser un acto “de los que llama la atención”. Empezó en 1995, con el propio López de Uralde, como uno de sus integrantes, “sin tambores y sin nada, solo a cantar el himno y a llevar el ramo al santo y ahora se ha convertido en un acto que la gente tiene arraigado”, presume.

Este año, los encargados de tocarla serán 40 personas del pueblo, desde los 5 hasta los 75 años. Y todos son de Armentia: desde los que siguen viviendo allí a los hijos, nietos y biznietos de empadronados, “para que tengan ese derecho también de participar en las mismas condiciones, como aprobó el concejo”. No obstante, también hay núcleos alrededor del pueblo, que están en la juridiscción de Armentia, “pero no en el padrón”, a los que se les permite colaborar, “porque al que tiene ilusión, le aceptamos”.

El límite de edad para seguir en ella, es básicamente, hasta que el cuerpo aguante: “Hasta que se canse la gente o duelan rodillas. Y lo más curioso es que esas personas, cuando lo dejan, ceden su traje al pueblo para que lo reutilicen por orden de llegada”.

Trajes exclusivos

Porque todos van uniformados para la ocasión: con casacas negras y txapelas que lucen el escudo de Armentia, mientras que los pantalones y las faldas, de tablas, son blancos, con una única franja negra en ellos como elemento diferenciador. Unas prendas exclusivas, made in Armentia, porque se diseñaron allí, en el pueblo, y limitadas: ya que solo ellos pueden lucirlas en la ciudad.

Los tambores también son propiedad del pueblo. “Y el que llega primero elige si quiere o no barrica”, detalla.Eso sí, a los más “pequeñajos” se les da uno que no suena. Básicamente, para que esa intensa emoción con la que viven todo no les acabe desbordando en ese esperado momento para el que llevan ensayando “rigurosamente” los tres viernes anteriores a San Prudencio, cuando Txapi (Bastida) sube para enseñarles los temas que tocarán, durante una hora en cada sesión.

Desde hace años, tampoco falla a esta cita la Banda de Salinas, encargada de amenizarla, “desde que estoy metido en el año 93, ya venía”.

A las 19.00 horas, también es la misa, y cuando acaba a eso de las 19.45 horas, coincidiendo con el fin de la tamborrada, es cuando se hace una ofrenda floral que, igualmente, “queda muy bonita”. Este año, 22 mozos, chicos y chicas, serán los que tengan el honor de llevar el ramo al monumento del San Prudencio, vestidos también con trajes del pueblo. Otra colección made in Armentia, que se sacó en 2019, a raíz del estudio del escudo del pueblo, por lo que van de azul. “Los mozos en los años 30 la hacían con traje y corbata. Posteriormente, en los 60, se iba con blusa negra y vaqueros”, recuerda. Ahora, ellos llevan chaleco y ellas corpiño y falda.

Pero también hay gente de fuera de Armentia que también lleva flores porque le apetece, como Asun Gorospe, una entusiasta del Alavés, que sube todos los años a entregar un gran ramo albiazul. Tras el homenaje floral, se canta el himno a San Prudencio, “mal, pero a pleno pulmón”, y no falta tampoco el aurresku, que bailará el propio López de Uralde, “a mis casi 70 (risas)”.

“Cervecitas gratis”

Allí, en el monumento al santo, oficialmente, termina la tamborrada, pero siempre acaba en la bolera del pueblo, más o menos a las 20.30 horas, cuando el que la gestiona “les obsequia con una cervecita”. Todo un detalle el de esta ronda gratis, que a buen seguro agradecen sus participantes tras la particular gira por el pueblo. Y es, al final, otra forma de socializar, “porque de eso se trata, porque San Prudencio es un reencuentro. El que se casa, se marcha a Vitoria, pero el arraigo queda en Armentia”.

Los vecinos más animados, que no son pocos, se van de cena, a las 21.15 horas, en el restaurante del Hotel Jardines de Uleta. Este año son 214 y repondrán fuerzas con un menú a base de croquetas, pudding de puerro, ravioli de txangurro, carne guisada con verduras y patata alavesa más pastel de chocolate. Unas calorías que quemarán a medianoche, con los “bailes de pueblo” en el Salón Cultural, al ritmo de una orquesta que este año viene de Asturias. “Normalmente, son tres horas de baile y sin intermedio, de un tirón, para que no se escape nadie”.