El Baskonia ha vuelto cinco años después al Top 8 de la Euroliga por la puerta grande. Suena repetitivo, pero quizás no somos conscientes del enorme mérito que entraña vislumbrar la modesta silueta azulgrana entre la flor y nata continental. Por detrás han quedado adinerados clubes como el Armani o el Efes, por citar dos ejemplos llamativos, que acogen en sus filas a los dos jugadores más caros del Viejo Continente como Mirotic y Larkin. Es evidente que el equipo se podía haber reforzado más y mejor en mitad de esta temporada, que Mannion salió rana o que Khalifa Diop fue una decepción sonada antes de su lesión en la muñeca, aunque analizando en conjunto lo sucedido durante estos meses solo queda quitarse el sombrero ante este éxito que corresponde a todos: club, cuerpo técnico, jugadores y, por descontado, esa afición que sigue respondiendo cuando es necesario su aliento. En el cruce de cuartos toca bailar con la más fea (Real Madrid) y encima sin el concurso de Moneke, aunque de momento que nos quiten lo bailao como suele decirse en estos casos. Para quien se empeña en restarle méritos desde fuera o cuestionar su licencia, es otra prueba más de que el Baskonia sigue ganándose con creces su presencia ininterrumpida entre los grandes de la Euroliga.